«El misticismo es enemigo irreconciliable de la razón. Pero no sólo los que caen en el misticismo están en pugna con la razón. También son hostiles a ella los que por una u otra causa, de un modo u otro, defienden una idea falsa. Y cuando se toma como base de la obra de arte una idea falsa, ésta aporta contradicciones internas que menoscaban inevitablemente el valor estético de aquella. Ya he hablado de la pieza de Knut Hamsun «A las puertas del reino» (1895); como ejemplo de una obra de arte empequeñecida por la falsedad de su idea fundamental [32]. El lector me perdonará que vuelva a hablar de ella.
Ante nosotros aparece como héroe de esta pieza Ivar Kareno, joven escritor que
tal vez no tiene talento, pero al que, en cambio, sobra suficiencia. Dice ser un hombre de «ideas libres como un pájaro». ¿Sobre qué temas escribe este pensador libre como un
pájaro? Sobre la «resistencia». Sobre el «odio». ¿A quién aconseja que se resista? ¿A
quién enseña a odiar? Aconseja que se resista al proletariado. Enseña a odiar al
proletariado. ¿No es cierto que se trata de un héroe totalmente nuevo? Hasta ahora, en la
literatura habíamos encontrado muy pocos héroes de este tipo, por no decir ninguno.
Pero el hombre que predica la resistencia al proletariado es el más indudable ideólogo
de la burguesía. Ivar Kareno, este ideólogo de la burguesía, se considera él mismo y es
considerado por su creador, Knut Hamsun, un gran revolucionario. Ya hemos visto en el
ejemplo de los primeros románticos franceses que hay tendencias «revolucionarias» cuyo principal rasgo distintivo es el conservadurismo. Théophile Gautier odiaba a los «burgueses» y al propio tiempo arremetía contra quienes decían que había llegado la
hora de suprimir las relaciones sociales burguesas. Evidentemente, Ivar Kareno es un
descendiente espiritual del célebre romántico francés. Sin embargo, el descendiente fue
mucho más allá que su antepasado. Él odia conscientemente lo que en su antepasado
despertaba tan sólo una hostilidad instintiva [33].
Si los románticos eran unos conservadores, Ivar Koreno es un reaccionario de
pura cepa. Y además un utopista del tipo de aquel salvaje terrateniente de Schedrín. Él
quiere exterminar al proletariado como éste quería exterminar a los mujiks. Esta utopía
llega al colmo de la comicidad. Por lo demás, todas las «ideas, libres como un pájaro»,
de Ivar Kareno llegan al límite de lo absurdo. Para él el proletariado es una clase que
explota a las otras clases de la sociedad. Es ésta la más errónea de todas las ideas, libres
como un pájaro, de Kareno. Y la desgracia consiste en que, al parecer, Knut Hamsun
comparte la errónea idea de su héroe. Kareno padece todas las desventuras precisamente
porque odia al proletariado y se «resiste» a él. Por eso no puede obtener la cátedra y ni
siquiera editar su libro. En una palabra, se atrae toda una serie de persecuciones de
aquellos burgueses entre los que vive y actúa. Pero, ¿en qué parte del mundo, en qué
utopía vive esa burguesía que castiga tan implacablemente la «resistencia» al
proletariado? Tal burguesía no ha existido ni puede existir jamás ni en ninguna parte.
Knut Hamsun ha tomado como base de su obra una idea que se halla en contradicción
irreconciliable con la realidad. Y tal circunstancia ha perjudicado hasta tal punto a la
obra, que ésta provoca risa precisamente en aquellos pasajes que según la intención del
autor debía adquirir un giro trágico.
Knut Hamsun posee un gran talento, pero ningún talento es capaz de convertir
en verdad algo diametralmente opuesto a ella. Los enormes defectos del drama A las
puertas del reino son una consecuencia lógica de la absoluta inconsistencia de la idea
que le sirve de base. Esta inconsistencia es debida a la incapacidad del autor de
comprender el sentido de la lucha de clases en la sociedad contemporánea, lucha de la
cual su drama es un eco literario.